Escarbando papa

De madrugada
el sol blanco aún no laxa,
ni descubre las ampollas
en las manos que nunca acariciaron la tierra.

La mañana en alza tentando tubérculos,
con el riesgo de tomarme en serio
pensando demasiado
en lo inutil y absurdo.

Surcos, calzadas incas,
los azadones muerden la tierra
como los guaraches llanteros
del chasqui
que corre para deleite
de los turistas prototípicos.

Mis manos tratan de reconocer
lo que en mis oídos
no sale de lo éxotico,
palpo contornos arenosos
ahuecados por el serpenteo anárquico
de las lombrices contemporáneas.

Los sacos serigrafiados
se levantan como árboles mochos
que rebosan frutos de las tinieblas

uterinas de la Pachamama.




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