Letters da rua

Querido/a Hermano/a,

La realidad que construyo en torno a la información, a las vivencias, a los sentimientos que me provocan la situación de la infancia en el mundo, simple y llanamente me aterra, me priva del sueño sin eufemismos. Para mí, se trata de una realidad sórdida, lamentable y funesta. Indigna de cualquier planteamiento biologicista de corte Darwiniano. Una Ley Natural soberanamente injusta y recalcitrante como para ser asumida sin ánimo de rebeldía e impulso al cambio de la situación percibida.

Hablamos sobre infantes que no dejan de ser congéneres y futuros “consumidores” en nuestra era de cooperacionismo solidario. Altruistamente nosotros, nuestros Estados, diseñamos proyectos de “cooperación al desarrollo” con implantación en las más remotas coordenadas geográficas, allá donde las personas sobrevivían sin autocompadecerse hasta la llegada de los siervos de Dios y abogados del diablo al mismo tiempo, alabadores de un Mesías que no vino ni para salvarnos ni para quedarse.

Nosotros somos los administradores de las ilusiones y esperanzas ajenas, profesores honoriscausa de: la apatía, la resignación y el conformismo. Creyentes de la intervención acción participativa para que el día de mañana los ciudadanos/as de las comunidades del mundo se erijan como dignos consumidores de las necesidades de las que les alimentamos generosamente y sin miramientos.

Después de una jornada de duro trabajo, porque eliminar la palabra “duro” sería practicar la injusticia con los niños y niñas que desarrollan trabajos forzados en los que su salud e incluso sus vidas corren un serio riesgo, y no así un acto de proselitismo para compadecernos de los que sufren y con los que comerciamos. Las leves ganancias que obtienen, que por cierto en absoluto son las que generan, algunos las empelan en permitirse el lujo de acceder al mercado al que se sienten frustrados. Otros aportan dicho beneficio al fondo común de la familia numerosa en la espera de alimento; sensación de saciedad que en ocasiones se hace esperar como los mails entre los enamorados. Y los que pueden lo invierten en la escolarización que pueda brindarles la oportunidad de sacar la cabeza por la microscópica mirilla de la etiqueta de “pobres y vagos” que casi sin darnos cuenta, nosotros los buenos samaritanos, camaradas de la beneficencia, les hemos impuesto.

Entre la pertenencia y la nostalgia

El desarraigo me enraiza.
Tensando mis tentáculos
arriesgándolos a la fisura.

Respetando las máximas coyunturales,
para formar parte de, en diferido.

Pertenencia: sentir con, entre.
La confusión voluntaria que te abrocha.

La nostalgia me exime
de los invernaderos nacionales
y de los pesticidas, que los previenen
de la polinización dialéctica.


Dedicada a todos mis amigos del continente americano, Ecuador,Honduras, Mexico, Argentina, Chile, Cuba...europeo, españoles, madrileños, familia, en definitiva complices. Gracias, de verdad.